lunes, 30 de noviembre de 2009

CINE PARA NAVIDAD

Las fechas que se acercan son un tema recurrente en el cine. La Navidad ha supuesto en la historia cinematográfica un elemento concienciador o una mera excusa para vender. A nosotros nos interesa lo primero.
Y en estas fechas, una de las tradiciones, casi tanto como el turrón o el belén, es el pase de It's a wonderful life (¡Que bello es vivir!). La película de Frank Capra, que demasiadas veces ha sido tachada de ingenua, supone una acerada crítica a una sociedad que desprecia a los individuos en nombre del progreso y la "creación de riqueza". George Bailey tras una serie de desgracias, en la antesala de la Navidad, decide suicidarse para evitar más dolores a los suyos. Su vida no ha llevado a nada y encima ahora ha decepcionado a sus convecinos. En el puente desde el que se va a tirar al río, aparece Clarence, un ángel sin alas que para ayudarle, le hará ver lo que habría sido la vida de su pequeña ciudad y de sus amigos si él no hubiera existido. Desde el hermano muerto, al farmacéutico alcohólico, pasando por su esposa, una solterona amargada, Clarence muestra al protagonista que ninguna vida es inútil, que todos dejamos huella en los demás, y que es importante la solidaridad y la entrega entre los iguales contra quienes se imponen desde el poder y el dinero. ¿Ingenua? No lo creo. Ingenua sería si de un plumazo y sólo con buenas intenciones se hiciera desaparecer al mal. Pero el mal, personificado en el odioso personaje del banquero, interpretado por Lionel Barrymore, abuelo de Drew, la de E.T. o Los Ángeles de Charlie, permanece en la escena. El mal sigue estando aquí, y el que lucha puede equivocarse, y esa equivocación habrá que asumirla y repararla, o en todo caso, ser capaz de seguir adelante. La construcción de un mundo mejor no se consigue con las buenas palabras o con los grandes gestos. Lo que Capra nos dice, es que para conseguir que el mundo sea más habitable no necesitamos convertirnos en héroes, lo que debemos es asumir nuestra responsabilidad en el tiempo y en el espacio en el que nos movemos. Asumir nuestra libertad y el riesgo de equivocarnos es lo que realmente nos convierte en auténticos seres humanos.

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